Clima de los Aztecas
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¿Cómo era el clima en el Imperio Azteca?
El clima Azteca era templado. Esto gracias a que los Aztecas eligieron vivir en el centro de México, y la mayoría de ellos vivían en el Valle Mexicano. Debido a que el Valle Mexicano estaba rodeado de montañas y lagos, el clima era más que nada templado.
Muchas de las áreas en donde los Aztecas vivían eran pantanosas o secas. Bajo circunstancias normales, el agua de la tierra no era suficiente para mantener los cultivos plantados por los Aztecas, por las condiciones del suelo. Para resolver este problema, los Aztecas inventaron su propio sistema de riego progresivo para sus numerosos cultivos. Este sistema de irrigación también era usado para transportar sus bienes.
Intrigantemente, este tipo de patrón de clima puede ser lo que haya conducido a la caída del antiguamente poderoso Imperio Azteca en los inicios del siglo XVI – y no como generalmente se dice, por la invasión de los colonos europeos, que trajeron con ellos enfermedades como paperas, sarampión y viruela, de las cuales las poblaciones nativas no poseían inmunidad.
Cronología Extraña
Cuando Hernán Cortés y su ejército conquistaron el Imperio Azteca en los inicios de 1519, existían cerca de 25 millones de personas viviendo en lo que ahora es México. Cien años más tarde, después de una serie de epidemias que diezmaron la población local, quizá unos pocos 1,2 millones de nativos sobrevivieron. Los registros confirman que hubo una epidemia de viruela en 1519 y 1520, inmediatamente después de la llegada de los europeos, la cual mató a entre 5 y 8 millones de personas. Pero fue en dos epidemias catastróficas que ocurrieron en 1545 y 1576, 25 y 55 años después de la conquista española, que arrasaron a través de las tierras altas de México y se cobraron hasta 17 millones de vidas.
Para el doctor Rodolfo Acuña-Soto, un especialista entrenado en Harvard en enfermedades infecciosas de la Universidad Nacional Autónoma de México en la Ciudad de México, no tenía sentido que un brote mortal de origen europeo pudo ocurrir tanto tiempo después de la llegada de los españoles, pues los nativos que sobrevivieron las plagas anteriores habrían transmitido sus inmunidades.
Para encontrar una respuesta, Acuña-Soto estuvo una docena de años indagando entre documentos antiguos escritos por sacerdotes españoles del siglo XVI que trabajaban con los Aztecas para preservar un registro de su historia, lenguaje y cultura. Estos textos también registraban eventos naturales claves – tormentas, sequías, nevadas y enfermedades. En particular, detallaron las placas de Cocolitzli (“peste” en náhuatl), una enfermedad que parecía mucho más virulenta que la viruela.
La misteriosa plaga de los Aztecas
“Nadie tenía la salud o la fuerza para ayudar a los enfermos o para enterrar a los muertos,” escribe un fraile franciscano en 1577 acerca de la devastación causada por el Cocolitzli. “En las ciudades y en los pueblos grandes, se excavaban grandes fosas, y desde la mañana hasta el atardecer los sacerdotes no hacían nada más que cargar los cadáveres de los infectados y arrojarlos hacia las fosas.”
Acuña-Soto también tenía acceso a los diarios exhaustivos que mantenía Francisco Hernández, el cirujano general de Nueva España que presenció la segunda epidemia catastrófica en 1576. Describía una gran plaga contagiosa y letal que mataba en tan solo un par de días, y causaba fiebres intensas, ictericia, temblores, disentería, dolores abdominales y en el pecho, sed exagerada, delirios y convulsiones. “Sangre salía por los oídos,” observaba el médico, “y en muchos casos fluía violentamente desde la nariz.”
“Estos síntomas no sonaban como viruela o ninguna otra enfermedad europea conocida que estuviera en México en el siglo XVI,” me dijo Acuña-Soto. “Esto sonaba como una fiebre hemorrágica. Así que, si los españoles no trajeron dicha fiebre, ¿Qué lo hizo?”
Cuestionando el Clima de los Aztecas
En su investigación, Acuña-soto notó un patrón: la plaga fue precedida por años de sequía severa pero las epidemias sólo ocurrían durante clima húmedo, y con altas precipitaciones. Para confirmar sus observaciones, Acuña-Soto trabajó con un equipo Mexicano-Americano de dendrocronología –ciencia que estudia los anillos de los árboles para registrar cambios en el clima– y compararon los registros históricos del siglo XVI con los registros de los anillos de árboles de un bosque de abetos de Douglas de 450 años en una región remota del centro de México, cerca de Durango.
Los anillos de los árboles indicaban que la sequía más severa y persistente en Norteamérica en los pasados 500 años ocurrió en la mitad del siglo XVI. Pero ocurrieron severos aguaceros alrededor de 1545 y 1576, los cuales coincidían con los brotes de Cocolitzli. “La evidencia irrefutable fueron los datos de los anillos de los árboles,” dijo Acuña-Soto.
Acuña-Soto, gracias a esto, está convencido de que la sentencia de muerte para los Aztecas fue un virus indígena de fiebre hemorrágica esparcido por roedores, no la conquista española.
La población de ratas fue disminuida durante la sequía, pues la comida escaseaba. Pero en cuanto retornaron las lluvias, la comida y el agua repentinamente comenzaron a abundar y el número de ratas infectadas aumentó estrepitosamente, transmitiendo la mortal plaga a los humanos.
En cuanto el cambio climático se vuelva cada vez más errático y el sureste se reseque bajo las incesantes sequías, las epidemias como Cocolitzli sin duda regresarán. “Tarde o temprano, un nuevo virus emergerá del desierto para el cual no tendremos ninguna vacuna y no podremos tratar con medicamentos normales,” dijo Acuña-Soto. “Es un hecho. Ese es uno de los grandes temores de la ciencia. Lo único que no sabemos es cuándo sucederá.”